La Diputación de Cuenca reconoce a Senda 66 como uno de los mejores rosados de la provincia
Ubicada en Casas de Pinos, Candelaria Bodega y Viñedos es historia viva de la viticultura en la provincia de Cuenca. Es también uno de los mejores ejemplos de la evolución del vino en estas tierras, que tiene variedades autóctonas bien definidas, pero también abre las puertas a otras foráneas. Eso sí, en el caso de esta bodega, fundada a finales del siglo XIX, la bobal, la airén, la viura y la moravia agria siguen siendo algunas de las señas de identidad para la amplia variedad que ofrecen, sobre todo desde que en 2003 se dio el paso a embotellar lo que producían en lugar de destinarlo a granel o garrafas.
Es una de las centenarias de Castilla La Mancha y sinónimo de calidad y tradición en la provincia de Cuenca, pero también de saber evolucionar. Candelaria Bodega y Viñedos, ubicada en la localidad de Casas de Pinos, cuenta en la actualidad con una superficie considerable de viñedos propios (la mayoría en secano). Entre ellos, tienen variedades tanto tintas como blancas, entre las que destacan muchas autóctonas. Así, se hacen vinos a partir de uvas bobal, tempranillo, Monastrell, airén, viura y moravia agria, entre otras.
Tienen vinos elaborados a partir de viñas viejas, muchas de ellas con medio siglo de vida, que, en algunos casos, están sobre suelos mixtos de roca madre calcárea, arcilla y arena, con abundante canto rodado. Todo esto se combina con un microclima duro: veranos calurosos, inviernos fríos, escasas lluvias y gran amplitud térmica entre día y noche; todo esto contribuye a la frescura, concentración y perfil mineral de sus vinos.
Senda 66, el rosado premiado
Entre sus líneas de vinos, destacan los de la marca Senda 66, que abarcan varias variedades y tipos (blancos, rosados y tintos). Con esta gama se quiere rendir tributo a la tradición y al terruño de Asas de los Pinos.
Entre ellos destaca el Senda 66 Rosé, distinguido este año en el Concurso de Vinos de la Diputación de Cuenca, que ha sido elegido como uno de los tres mejores de la provincia. Un premio más que se suma a otros galardones nacionales de Candelaria Bodega y Viñedos. Este reconocimiento viene a ratificar el camino por la diversificación de los vinos de Candelaria Bodega y Viñedos, más allá de los tintos y los blancos.
Esta bodega lleva en su ADN la vocación por ir superándose a lo largo de los últimos años. El hecho de que la mayoría de sus viñedos sean viejos, de secano, implica rendimientos bajos, pero también ofrece los requisitos para obtener concentración y expresión varietal. Además, el énfasis en variedades locales y en recuperar uvas menos comunes como la moravia agria, refleja una mirada hacia los rasgos de identidad menos conocidos de la provincia de Cuenca y de la región de La Mancha.
No sólo de tradición o de variedades autóctonas hay que hablar al referirse a Candelaria Bodega y Viñedos. También tiene especial importancia el terreno. A partir de 725 metros de altitud, la roca madre calcárea junto a las labores tradicionales combinadas con prácticas modernas de cultivo, son los factores fundamentales a tener en cuenta. También otros procesos muy minuciosos, como la selección manual de uva, el despalillado, las maceraciones en frío, las fermentaciones controladas o las crianzas necesarias en cada caso.
Con estos mimbres, esta bodega mira al futuro con optimismo. Entre sus retos, están mejorar la gama de vinos embotellados, aumentar el reconocimiento en concursos y medios especializados, explorar nuevas exportaciones y consolidar su imagen de calidad. El Senda 66 Rosé resume ese camino: un vino que funciona como puente entre la tradición local y las exigencias actuales de los consumidores, que tienden a buscar de vinos de calidad, frescos y con mucha identidad.
Un poco de historia
Bajo el nombre de Candelaria (Casas de los Pinos), tiene su origen a finales del siglo XIX, cuando la familia Girón Ruiz decidió fundar una bodega que tuviera capacidad para abastecer al propio pueblo y a otras localidades del entorno. De este modo se aglutinaba la viticultura tradicional que se inició en la zona en el XVII, cuando el vino se elaboraba en pequeñas bodegas en muchos hogares de la zona.
A partir de ese germen, se fueron uniendo distintas familias de agricultores durante el siglo XX, con la creación de una sociedad agraria que en el año 1977 se convirtió en la actual cooperativa. Durante muchos años lo que se producía se destinaba a granel o a garrafas para su venta en el entorno.
Uno de los grandes hitos de su historia llegó en 2003, hace poco más de dos décadas, cuando se comenzó a embotellar el vino que se producía y, poco después, a exportar a mercados fuera de España: Desde Estados Unidos a Europa o incluso Asia.
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