Raquel Labajos López, enóloga de la sociedad cooperativa La Magdalena
Fue fundada en 1958 por 60 viticultores de la localidad conquense de Casas de Haro y ya son 300 socios. La Magdalena Sociedad Cooperativa (Casas de Haro) mantiene un carácter familiar, porque muchos de sus socios son herederos de los antiguos fundadores. En algunos casos se trata de la tercera generación, savia nueva que aporta una nueva visión a la bodega.
Uno de sus hitos históricos llegó en 199 cuando comenzaron a embotellar sus primeros vinos bajo la marca Vega Moragona. Eran tintos y rosados de la variedad cencibel. De ahí al amplio abanico que ofrece en la actualidad, con la bobal como variedad más exclusiva y con tintos jóvenes, crianzas, reservas y ecológicos hay muchos años de esfuerzo y tesón. Hoy todos estos vinos están al amparo de la DOP Ribera del Júcar.
En los últimos años se han implementado nuevos procesos de elaboración, incorporando nuevas tecnologías a las instalaciones de la bodega, recepción de uva, maceraciones, nave de crianza, línea de embotellado, junto con un personal cada vez más profesional y cualificado. Cuenta con 256 depósitos de cemento, de los que 121 son elevados y 135 subterráneos.
Manu Balanzino: La Magdalena ha conseguido en esta edición dos de los tres premios en esta categoría de vinos de más de dos años. ¿Qué supone para la bodega apostar por estos tipos de vinos y por estos vinos de crianza?
Raquel Labajos López: No sabría decir exactamente lo que supone, pero sí por qué se hace esta apuesta con la bobal. Es una variedad muy querida en la bodega y creo que en la comarca. La trabajamos desde hace décadas y además hemos conseguido sacarle todo el potencial. Es una variedad que no está en toda la zona peninsular. Está concentrada sobre todo en Jumilla, en Valencia y aquí. Entonces, es una variedad muy exclusiva. Eso hace que estemos más orgullosos de ella.
¿Dónde radica la calidad de este premio de este vino en concreto de Bobal de los 60?
Creo que la clave está en la contundencia del vino, la frescura, esas notas de fruta roja, tan característica de esta variedad y al igual que ese toque muy especiado. En una nota de cata de la bobal, se combina fruta roja fresca y la roja madura y especia. La entrada en boca es muy fresca, pero también es muy aterciopelada en boca. Tiene mucho recuerdo porque los vinos, sobre todo, creo que tienen que tenerlo. No se pueden ir fácilmente cuando los bebes, se tienen que quedar en la boca y creo que tanto en aire como en boca este vino cumple el perfil de un bobal.
¿Cómo se elaboran estos vinos con bobal teniendo en cuenta que son en torno a 300 socios en la cooperativa?
Hay muchísimos socios que tienen bobal. Muchos que tienen gran cantidad de hectáreas, pero la mayoría de ellos tienen pequeñas parcelas. Aquí se llaman almudes, que no llegan a media hectárea. En concreto, tres almudes son más o menos como una hectárea. Todo el mundo tiene un poco de bobal y casi todas son de secano. Como son pequeñas parcelas, no suelen tener pozos.
Todo el mundo tiene su pequeña aportación de bobal a la cooperativa. Los primeros vinos de esta variedad que entran son los que tienen mayor contundencia, mayor profundidad, mayor grado alcohólico también, más color.
¿Y cuándo es ese momento?
En un año normal estamos hablando sobre mediados de septiembre, a partir del 15 o en la última semana de ese mes. Todo dependerá de lo fresco que haya venido el verano.
¿Y cómo es el proceso una vez que la uva bobal llega a la bodega?
Lo primero que se hace es tomar una muestra de lo que viene en el remolque para ver qué es lo que nos trae cada socio. Entonces, se miden ciertos parámetros de calidad que luego sirven para destinarlo en el descargadero a unos depósitos o a otros. Generalmente, todo lo que viene al principio se destina a lo mismo porque afortunadamente en Casas de Haro no hay problemas sanitarios. La uva casi siempre viene muy bien, muy sana, con los parámetros de calidad en orden. Si alguno no entra en grado, tiene una pequeña penalización y se destina a otro depósito.
Este vino después pasa a los depósitos, lo que es la joya de la corona aquí en esta bodega.
Sí, son depósitos en acero inoxidable, que son los vinificadores. Ahí transcurre la fermentación alcohólica, se transforman todos los azúcares en alcohol y, además, hay otro tipo de producción de aromas. Cuando el vino está terminado de fermentación alcohólica, se trasiega a otros depósitos y se espera a que inicie el armado láctico. Finalmente, se pasa a depósitos de cemento, donde pasa el invierno. Ahí se aposenta y tiene una clarificación natural (por tiempo y por frío). Después, se pasa a barrica, donde pasa desde un mes a un año. Se va catando y se pasa de nuevo a cemento y ahí termina de reposar su madera. Cuando creemos que está ya listo, lo pasamos a botella y ahí lo dejamos el tiempo que pida. Cada año da un vino y cada uno necesita sus tiempos. No son matemáticas.
¿Cómo ha ido evolucionando la bodega en estos últimos años?
Casas de Haro siempre se ha distinguido por tener un campo o una viña de lo mejorcito de la zona. Esto se debe a que ha habido muy buenos agricultores, han amado mucho su viña y tienen pasión por el campo. Afortunadamente, también tenemos socios jóvenes y no tan jóvenes que siguen trabajando las viñas. Les gusta, confían en que esto va a ir a mejor y sobre todo luchan por que vaya mejor. Por todo eso, la calidad del vino en Casas de Haro siempre ha sido excepcional. Ahora hay algo más de tecnología, se separan más las variedades y hay una evolución hacia mayor calidad. Pero la materia prima es lo que tenemos ahí fuera y eso no ha cambiado.
¿Con qué recomendarías maridar este vino premiado del 60?
Con un chuletón, vuelta y vuelta, algo menos del punto. Siempre lo he visto maridado con una buena carne y de acompañamiento de guarnición, una parrillada de verduras.
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