El “boom” vivido años atrás en nuestro país con la fuerte irrupción de la cocina asiática, y en especial la japonesa, dio como resultado popularizar el Sushi en todas sus versiones (Temaki, Uramaki, Hosomaki,…) y donde los nuevos foodies ávidos de “estar a la moda” ocasionaron que ante la enorme demanda proliferaran “pseudos restaurantes japoneses” que limitaban su oferta a una colección de variados y, muchas veces mal confeccionados makis, complementados con algún que otro tartar y poco más.
La gastronomía y la interacción entre culturas han seguido evolucionando durante estos años, y tras el afianzamiento de las cocinas Nikkei o Chifa, la frescura que está aportando el mestizaje de nuestros platos con elaboraciones Thai, o la última apuesta de fusionar lo anterior junto a pinceladas de las cocinas vietnamita y Hansik (Corea del Sur), han dejado atrás una estela de restaurantes a la zozobra que nos transmiten como en la serie The Walking Dead, una sensación de gusto por innovar poco, mejorar menos y lo escaso que hacen, realizarlo mal, unido a una dejadez absoluta en sus elaboraciones, amén de la escasa cualificación de alguno de sus profesionales, por lo que el abismo de los establecimientos que realmente se esfuerzan y los que son malos copistas es cada día más palpable.
Para estar adaptados a esta “gastrotendencia” de fusionar nuestra cocina con las recetas llegadas de los diversos países de oriente, no sólo basta con contar en las cartas con ceviches o platos cada vez más en liza como el Ramen, Doenyang-yyigae, Tayoyaki, Satay, Mijeok-guk, Okonomiyaki, Gaeng kiew wan,... y ofertar alguna cerveza asiática, sake y/o infusión; sino es imprescindible tanto conocer la gastronomía tradicional española para no destruir más que de-construir nuestros platos y contar con reales expertos en cocina oriental que asesoren a los restaurantes y formen a sus equipos, ya que el tiempo del “todo vale” se ha acabado y ahora el cliente, lee, viaja, se informa, prueba y compara.
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