Icono del sitio The Gourmet Journal

La historia de un gourmet

Los inicios de un gourmet o un sibarita por Fernando Huidobro.

La historia de un gourmet

Curro es un amigo del alma, confraternizamos y nos procesamos adoración mutua. Vieja relación que alimentamos desayunando churros malagueños y tejeringos, por supuesto.

Es un tipo callejero, alegre, siempre dispuesto, soltero empedernido y salidote, un saltarín comilón. Sin embargo, a pesar de nuestro sólido emparejamiento y su buena boca, gastronómicamente hablando, no es fino, él engulle, no paladea, es un tragón, un tragaldabas. Un animal. Esta cuestión me tiene frito.

Así que he decidido meterlo en el mismo saco que a mis hijos, me ha entrado complejo de Pigmalión y me he autoimpuesto la pretenciosa encomienda de “enseñarles a comer”. Pero no crean que éste es un acto de pura generosidad, ganas de hacer el bien y refinar sus costumbres para que puedan disfrutar más. No, en el fondo de mi esfuerzo subyace el egoísmo de querer verme acompañado en mi obsesiva y viciosa afición de ser un gourmet gastrosófico y la vanidad de haber sido su maestro en su gastronómadía. Además, con ellos gano adeptos a la causa gastró y mató así una sartená de pajaritos de un solo tiro.

Poco a poco voy iniciando a Curro en nuevos sabores, concienciándolo de su condición de omnívoro paciente, empezando por las verduras, las finísimas tostadas con la mantequilla derritiéndose, las salsas, el pescado a lo japo, la crudeza interior de las carnes, el churruscado de una piel de pato o buen pollo, la textura gelatinosa de unas manitas, un carnoso tomate sin piel, un pescad en su punto de jugosidad, la maduración necesaria y el fuerte sabor otoñal de un zorzal o una tórtola comidos hasta los huesecillos, etc, etc.

Voy consiguiendo avances y cambiando sus golosas costumbres gourmand acostumbrándolo a ser más delicado, convencido de poder conseguir alterar su genética y mejorar el genotipo de esta raza de brutotes. Así cuando en sus correrías esparza por ahí sus genes, llevarán grabada indeleblemente la tendencia y apreciación de la excelencia culinaria.

Curro me soporta estoicamente, me mira alucinado, dejándome por perturbado y me ladra: “¡guau!, échame algo de comer y déjate de chalauras, hombre”.

Ver: Caracoles de granjas malagueñas

Salir de la versión móvil