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Vuelve el «rechaud»

El servicio del 'rechaud' en Las Llaves

Los persas, griegos, egipcios y romanos utilizaban esta fórmula para sus fiestas y banquetes. Del infiernillo a la mesa: siglos atrás los comensales ya veían cómo se elaboraba su comida y cómo llegaba a su plato recién hecha. Un servicio muy vistoso y con larga tradición en la historia.

En el siglo XX este servicio se realizaba en Francia, y fue exportado por Europa gracias al movimiento de las tropas en la II Guerra Mundial. Esta nueva forma de servir la comida agradó a altos cargos del ejército, ya no tenían que desconfiar de los cocineros o comer sus filetones fríos.

En 1957, con la invención de la bombona de butano, el rechaud evoluciona y se adapta a la alta cocina. El infiernillo es dotado de una pequeña bombona y una hornilla en su parte superior, se une con el gueridón y un buen metre: el resultado es claro, espectáculo a la vista del cliente.

El auge en la hostelería llega en la década de los años 70. El rechaud comienza a combinarse con platos clásicos de cocina internacional y a recetas dulces, tales como el steak diana o el solomillo strógonoff  y el crepe suzette o las bananas flambé. A todos estos platos se les añade durante su cocción chorreón de algún licor o destilado, logrando un aporte de sabor extra y un efecto espectacular en la presentación.

El rechaud fue el inicio de la alta gastronomía en el mundo y, a día de hoy, vuelve a escalar posiciones para colocarse entre las formas de servicio escogidas por los grandes restaurantes como Las Llaves en Torrenueva o el antiguo Café de París en Málaga.

Volver a la cocina de toda la vida, sin menospreciar ningún ingrediente innovador y con un toque de vistosidad que sorprende al comensal y lo deja prendado de su plato.

Ver: Costa del Sol, la costa de los sabores

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