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El tapeo se ha convertido en acto social en muchas ciudades de España

El tapeo
El tapeo

Ando confuso. Vuelvo a la eterna pregunta gastrosófica ¿qué fue primero el huevo o la gallina?, ¿cuál es la reducción esencialista del comer andaluz de hoy: la tapa o el plato?. Dirán que soy un tontolaba. Quizás porque a ustedes no les cabe duda: la tapa gana del tirón y aún más recientemente.

Llevábamos para meternos en el cebollo de andalucitos despreciados por la sapiencia gastró, que lo suyo era sentarse a la mesa y ordenar los consabidos primer plato (aunque luego se permitiera compartirlos), segundo y postre (aunque con varias cucharillas), y no es estar de pie ante una barra tomando tapitas; para comer de verdad y sin posible discusión, hay que sentarse a mesa y mantel como se hace en el resto del país.

Y en eso andábamos, cuando de golpe y porrazo antequerano hete aquí que ahora lo que triunfa en el mundo mundial es el concepto tapa. Que todos los grandes están montando montaditos en sus gastrobares, que Valladolid organiza anualmente un evento/feria de la tapa al que va todo quisque encantado, que lo más es ir de pintxos por la parte vieja de Donosti, que ya en New York, Londres, Copenhague, Sindey, etc. se va de tapas.

¡Coño! Vuelta a empezar. ¿Qué hacemos ahora, inventores del invento, enredados en este dilema, sin luchar ni sangrar por lo nuestro, dejándonos arrebatar la maternidad del fenómeno, de la esencia y el valor principal de nuestra gastronomía: El Tapeo.

¿Tenían entonces razón los tradicionalistas, conservacionistas y coñazistas? No, ni por esas. ¡Vade retro sansatanás!. Aunque la situación produzca evidente desconcierto no hay que quedarse petrificado y preso, ni empeñarse en volver a las mismísimas e inmóviles raíces que siempre han estado y estarán ahí para echar mano de ellas, pues, gordas y profundas, anclan nuestro culinario árbol carnal generoso y cautivo. No, de lo que se trata es de mirar al futuro y decidir sobre él con autonomía y autenticidad, de guisar nuestro porvenir libérrimamente para que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada. Se trata de llenar las vacías cuencas de nuestros ojos con las recetas de la futura mirada de la Cocina Recreación. Porque la gastronomía andaluza es como el árbol talado que retoña: aún tiene la vida.

*Con perdón de Miguel Hernández y su poema homónimo.

Ver: El cocinero como comentarista

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