Son una gran fuente de proteínas y su crianza no provoca un gran impacto ambiental
El término antropoentomofagia puede no ser muy familiar. Su significado hace referencia al consumo de insectos, una práctica bastante común en Asia, África y América latina que se extiende a otros lugares del mundo hasta dejarse ver en algunos supermercados. ¿Estaremos ante una tendencia que viene para quedarse? Puede que sí.
El 13 de enero de este año, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (ESFA por sus siglas en inglés) ha declarado que las larvas del escarabajo Tenibrio Molitor son aptas para el consumo humano. La EFSA es una institución creada por miembros de la Unión Europea en 2002, tras una serie de crisis alimentarias en la década de los noventa. Una de sus finalidades es ser una fuente fiable de información en lo referente a riesgos, beneficios y descubrimientos de la alimentación.
Hasta ahora, los gusanos de harina se utilizaban como comida de reptiles, aves y peces, pero el mes pasado entró a la lista de novel foods o nuevos alimentos. Se define como un nuevo alimento a aquel cuyo consumo no era significativo dentro de la Unión Europea hasta el 15 de enero de 1997. Algunos otros ejemplos son: las semillas de chía, el noni y el aceite de Krill.
A pesar de que comer insectos puede parecer poco atractivo, estos son grandes fuentes de proteína y fibra. De hecho, en Gran Bretaña, Países Bajos y Finlandia ya se comercializan porque sus regulaciones son más permisivas. Por otro lado, en España, Italia y Francia estaban prohibidos.
Ante esta discrepancia, en 2018 se creó una ley en la que se estipula que los insectos requieren de la autorización como novel foods y las empresas dedicadas a su transformación recibieron un permiso especial para continuar con sus operaciones hasta que hubiera claridad sobre la inocuidad para su consumo.
El ingreso de los gusanos de harina a esta lista significa que estos y sus derivados se podrán encontrar en los supermercados. Ya sea enteros deshidratados, mezclados como harina o hasta como golosinas, los europeos tendrán disponible una nueva fuente proteínica de alta calidad.
Su sabor es casi imperceptible y su textura harinosa y crujiente, características que no suelen ser desagradables. El verdadero reto de los compradores será superar el rechazo que puede causar la idea de comer insectos. Un dato que tal vez pueda ayudarnos a vencer estos prejuicios es que, según datos de la Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) no se han encontrado casos de transmisión de enfermedades o parasitoides a humanos derivados del consumo de insectos, siempre y cuando, estos hayan sido manipulados con las medidas de inocuidad de cualquier otro alimento.
El impacto ambiental de la crianza de insectos es mucho menor que el de la ganadería convencional y eso se ve reflejado en aspectos como el consumo de agua. De hecho, son resistentes a la sequía, los gases de efecto invernadero son entre diez y cien veces menores por kilogramo de peso que los producidos en la cría de porcinos, y pueden transformar residuos en proteína de alta calidad, aunque se deben utilizar como piensos, no para consumo humano.
La antropoentomofagia se ha practicado a lo largo de la historia de la humanidad. En todo el mundo se consumen más de 1.900 especies de insectos y, según la FAO, los más consumidos desde 2013 son escarabajos (31%), orugas (18%), abejas, avispas y hormigas (14%).
Una vez que los pruebas, las posibilidades del consumo de insectos son casi infinitas.
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